martes, 29 de enero de 2019

San Petersburgo: el sueño de Pedro el Grande




No puedo sino partir este posteo aclarando que a pesar de todo lo que pueda decir sobre San Petersburgo nunca lograré plasmar en papel la grandiosidad, belleza y majestuosidad que tiene esta ciudad. La mezcla perfecta de historia, geografía y pasión la atraviesan de un lado a otro convirtiéndola en un lugar absolutamente único e inolvidable. Mi primera y principal recomendación es contratar un guía, especialmente si como yo, va solo por dos días. Nosotros tomamos a la maravillosa Liudmila Parshina (lud-parshina@yandex.ru). Una rusa que no solo ha vivido toda su vida en la ciudad sino que además su madre vivió la revolución en primera persona y su abuela fue testigo directo de los años de los Zares. Ambas la educaron con este bagaje de manera delicada y cariñosa, lo que explica su vasto conocimiento de los temas rusos y su gran amor por la ciudad. Liudmila habla perfecto español y lo pasea a uno no solo por San Petersburgo sino por la historia. El guía se vuelve un imprescindible para visitar una ciudad tan grande y tan empapada de drama y hechos históricos de relevancia mundial, además le evita todas las filas con pases preferenciales.  
Pedro el Grande
Empecemos con un poco de historia. El Zar Pedro el Grande es el ideólogo detrás de San Petersburgo. No solo recuperó la zona de manos de los Suecos sino que tuvo la visión para establecer ahí, en medio de un enorme pantano, una gran ciudad que abriera a Rusia hacia Europa. Sin duda este es el Zar más relevante y destacado de todos. Creativo, visionario, estudioso, inteligente y trabajador, entendió que Rusia no podía aislarse del mundo y mucho menos de Europa. Durante los 43 años que duró su reinado (1682 a 1725) se dedicó a "europizar" Rusia, desde lo arquitectónico, pasando por lo político, lo cultural y especialmente lo militar, concentrándose específicamente en lo naval. La transformación que llevó adelante Pedro es parte vital de la historia del país y si bien algunos critican su modo firme, acusándolo incluso de tirano, la historia no puede negar que Pedro transformó a Rusia en un poderoso y moderno imperio. La ciudad fue fundada en 1703 y en 1712 le arrebató a Moscú el título de la capital de Rusia.
Canales
Pedro el Grande trajo arquitectos de varias partes de Europa para ejecutar un diseño inspirado en Venecia, con fuerte influencia de la arquitectura italiana y también francesa. Se evitaron los puentes sobre el enorme e impactante río Neva y se fomentó la construcción de canales. El resultado es simplemente asombroso. Por algo la Unesco ha reconocido el centro histórico de la ciudad como patrimonio de la humanidad.
Pedro fundó la ciudad como "Sankt Piterburj" en honor al patrono holandés, país en donde Pedro vivió, estudió y trabajó como un obrero más. Con la llegada de la primera guerra el nombre cambió a "Petrogrado" con el fin de "rusificarlo". Con la revolución perdió su estado capitalino y algunos años después su nombre fue cambiado a "Leningrado" para honrar al líder de la revolución. El 13 de junio de 1991, a poco del término de la URSS se hace un plebiscito y el 54% de la población aprueba el cambio de nombre al actual San Petersburgo.

Noches blancas (foto www.bienvenidospb.com)
Pasemos a lo turísco. La visita parte en el impresionante y enorme rio Neva. A pesar de sus no tan sorprendentes 74 kilómetros de largo es el tercero más caudaloso de Europa. Su parte más ancha es de 1.2 km y su profundidad más grande es de 24 metros. Pedro lo pensó siempre como la principal avenida de la ciudad, de hecho durante todo el siglo 18 no hubo puentes que lo atravesaran y la gente usaba ferries para ir de un lado de la ciudad al otro. Si bien durante el invierno se congela transformándose en un espectáculo, es durante el verano que adquiere mayor popularidad con sus noches blancas hacia fines del mes de Junio. Durante esos días el sol se pone después de la 10 de la noche y el crepúsculo dura hasta el amanecer con lo que nunca hay oscuridad total. Los paseos por el rio a mitad de la noche son de las cosas más románticas que se pueden hacer en la vida. Anote en su "bucket list".

Museo Hermitage - Palacio de Invierno

Capilla de los Zares
Vestimenta original del Zar Nicolás II
A orillas del rio se ubica el museo más importante de la ciudad y el más grande del mundo: el Hermitage. Fue fundado en 1764 por Catalina la Grande, quien fue emperatriz de Rusia durante 34 años. Catalina continuó con el legado de Pedro de abrir Rusia a Europa y el arte fue una de sus áreas de mayor interés. El museo que partió con una pequeña colección de a penas 317 obras, hoy tiene más de 3 millones. Los cálculos dicen que si usted quisiera detenerse un minuto frente a cada obra del museo le tomaría 11 años verlas todas; usando 8 horas diarias y recorriendo un total de 24 kilómetros entre los 5 edificios que lo componen. Comprenderán que con estas cifras es vital entrar al museo con una idea clara de lo que se quiere ver y cuanto tiempo se quiere invertir en él, de lo contrario la experiencia puede ser traumática. La guía resulta vital en esta parte, ella nos llevó básicamente a recorrer el Palacio de Invierno que no solo es la parte más importante del museo sino una de las más relevantes de la historia de los Zares. Fue ésta su última residencia oficial y con su toma en 1917 fue el paso irreversible de la revolución. Recorrerlo maravilla por variadas y distintas razones. Su belleza y grandiosidad impactan desde la calle y en cada rincón que se visita se respiran los colosales tiempos de los zares y su opulencia sin límite. Tiempos maravillosos para algunos y horribles para otros. No quiero ni asomarme en esa discusión, solo pretendo traspasarles que lo que queda de esa época es impactantemente precioso. Si además del punto estético le agrega el valor histórico del lugar entenderá que este museo es el punto central de la visita a San Petersburgo y su planificación es clave. Dese un tiempo para apreciar la grandiosidad y belleza de la plaza del palacio, una enorme explanada rodeada de preciosos edificios de arquitectura europea.

Puente de acceso a la isla Záyachi

Catedral Pedro y Pablo
A pesar de la ubicación imponente y central del museo, no fue aquí donde nació la ciudad. En 1703 Pedro el Grande recupera estas tierras que estaban en manos suecas y decide fundar la ciudad en la pequeña isla de Záyachi, justo al frente del museo. Aquí nace San Petersburgo con la construcción de la fortaleza de Pedro y Pablo. Se accede a la isla por un precioso puente de madera que enormes buses turísticos no han logrado derribar. Aunque su objetivo era ser una fortaleza, la realidad la transformó en otra cosa. Para cuando estaba lista, la guerra con Suecia ya había terminado así que el lugar sirvió de cárcel y de guarnición del ejercito. Incluso el hijo de Pedro el Grande estuvo preso aquí. Claramente el Zar era un hombres de armas tomar y cualquiera que se pusiera en su camino lo pagaría muy caro. Hoy alberga el museo de Historia y la catedral que hay en la fortaleza fue la primera de la ciudad por lo que tiene un lugar enorme en el corazón de los habitantes de la ciudad. Con sus 122 metros de altura es la edificación más alta del centro histórico. Si bien su exterior es sencillo y simple, su interior es colosal. Repleta de frescos y relieves tiene el gran valor de ser el albergue de las tumbas de casi todos los zares, incluyendo Pedro el Grande, el asesinado Alejandro II y el último de los zares, Nicolas II.


Canales del Neva
La ciudad estuvo "terminada" en 1712 y pasó a ser la capital de Rusia hasta que con la revolución los bolcheviques le quitaron el titulo y se lo devolvieron a Moscú. Sin embargo, San Petersburgo conserva a los ojos de todos la calidad de capital cultural del país y un recorrido por sus calles lo avala. La principal avenida, Nevsky, da cuenta de los años gloriosos y grandiosos de San Petersburgo. Su amplitud pero sobretodo su perspectiva son la confirmación que el sueño de Pedro el Grande se cumplió con creces.
Catedral de San Isaac
Interior de la Catedral de San Isaac
Murales de mosaico de la Catedral de San Isaac
La ciudad fue concebida por Pedro  con visión Europea, el olor a Venecia y a Amsterdam se lo dan los canales que recorren el centro histórico y que obligan al turista a recorrerlos en un paseo en bote que da una mirada distinta y maravillosa de la ciudad. Si tiene suerte y le toca un día soleado verá como brilla toda la ciudad. El agua del rio, de los canales, las cúpulas de las iglesias, las cornisas de los edificios, es una ciudad a la que la luz le viene como anillo al dedo. Ir de un lugar emblemático a otro es un paseo que no lo despega de la ventana, las grandes explanadas y el constante protagonismo de la perspectiva es fascinante y los ojos a ratos se pierden. Los rusos supieron darle espacio y protagonismo a cada lugar pero ciertamente hay algunos que inevitablemente destacan sobre otros. La Catedral de San Isaac es uno de ellos.
Detalle mosaico
Sus estadísticas son impresionantes, 40 años de construcción, columnas de mas de 100 toneladas, una cúpula con 100 kilos de oro, más de 400 esculturas, 3 altares, una capacidad para 14 mil personas y la más impresionante muestra de mosaicos que he visto en mi vida. De lejos parecen frescos pero cuando uno se acerca nota que la gran mayoría de los revestimientos de los muros son mosaicos. Realmente uno queda sin habla. Las historias que cuenta la guía sobre el uso que le dieron los bolcheviques a estas iglesias durante la revolución son espeluznantes, incluso una fue transformada en pista de patinaje. Cuesta entender tanto descriterio. Todo lo que lo relacionado a religión y a la vida majestuosa de los zares fue destruido o transformado en algo público eliminando o evitando toda connotación con su origen. Se barrió con la cultura y la fe desde muchos variados y tristes puntos de vista.
Iglesia de la Sangre Derramada
A pesar de la innegable belleza y grandiosidad de la catedral de San Isaac mi preferida es otra. La iglesia de la Sangre Derramada se ganó mi corazón desde la primera vez que la vi. Su exterior clásico ruso ortodoxo es un obra de arte. Sus cúpulas llenas de colores y de brillos y la fachada repleta de detalles son solo un adelanto de la maravilla que uno encuentra adentro. Esta iglesia se construyó en honor a el Zar Alejandro II que después de varios intentos por asesinarlo encontró la muerte aquí, en una calle local y con una bomba que le quitó la vida. Su hijo mandó a construir la iglesia en su honor y en su interior hay 7.000 metros cuadrados de mosaicos, además de otras impresionantes obras de arte que dejan a quien entre con la boca abierta. El lugar es realmente una oda a la belleza, el arte y la opulencia de los tiempos de los zares.
Punto exacto del lugar en donde asesinaron al Zar
Interior de la iglesia de la Sangre Derramada
 El lugar exacto de la muerte de Alejandro II se conserva intacto, protegido por un pequeño altar se pueden ver las piedras manchadas con sangre que eran parte de la calle en aquellos años. Si los muros son impresionantes, no existen palabras para describir el cielo, prácticamente entero hecho con mosaicos. Otro verdadero trabajo de joyería son las puertas, no hay ningún espacio sin decorar, rellenar o pintar. En mi opinión, entre el valor histórico que tiene este lugar y su incuestionable belleza la transforman en la iglesia más bonita de toda la ciudad.


Metro Ruso
Ushanka - sombrero tradicional ruso
El segundo día  partió con una experiencia inolvidable. Conocimos el metro de San Petersburgo que ostenta el impresionante récord de ser el más profundo del mundo. La estación en la que estuvimos tenia más de 100 metros de profundidad y la escalera mecánica toma 3 largos minutos en llevarlo desde la superficie hasta el andén. Llama la atención que éste está protegido con puertas metálicas que se abren solo cuando el tren se ha detenido en la estación. Es un sistema de prevención de suicidios bien aterrador. La guía nos llevó a una tienda de recuerdos con productos de buena calidad y precios razonables. Imposible no volver con un  ushanka, el tradicional gorro ruso.

Palacio de Verano

Salón grande - Palacio de Verano
Cuando uno cree imposible que el día 2 supere la belleza y grandiosidad vista el día anterior, la guía te lleva a el Palacio de Santa Catalina, conocido también como Palacio de Verano. No existe la forma de describir este lugar que le haga real justicia a su belleza y grandiosidad. Ubicado en Pushkin, a 25 kilómetros de San Petersburgo, es visita obligada. Catalina la grande mandó a construir en 1717 un palacio de verano, ampliado por la emperatriz Ana en 1733 y demolido por completo por la emperatriz Isabel en 1752 para levantar un nuevo y opulento castillo que estuvo listo en 1756. Su exterior groseramente lujoso llamó la atención de todos, no solo por sus casi 400 metros de largo, sino por su impactante belleza y grandiosidad. Sin embargo, es en su interior en donde se ve la real fastuosidad y el grosero espíritu de ostentación de Isabel.
Sala de Ambar del Palacio Catalina (foto: peterguide.com)
Chimeneas de porcelana
El estilo barroco ruso tiene en este lugar a su mejor exponente, su obra más grandiosa y más clásica. A pesar de que el Salón grande lo deja a uno sin aliento, la verdadera joya del palacio es la Sala de Ambar, considerado por muchos como la octava maravilla del mundo. Sus impresionantes chimeneas de porcelana, que con un ingenioso sistema calentaban dos salones colindantes, son siempre llamativas por su grandiosidad y belleza. Muchos de los muebles que se ven son originales y otros han sido repuestos ya que tanto la guerra como la revolución tuvieron un triste impacto sobre estos ostentosos lugares. Se puede saborear de manera muy precisa el lujoso estilo de vida que llevaban los Zares visitando este castillo, para algunos el más lindo de toda la ciudad. Recorrer el parque es otra parte memorable del paseo. El lugar es público y la guía nos cuenta que durante el invierno las imágenes que se ven son realmente impactantes. Recuerden que el frío ruso es de otras proporciones y aquí se congela todo menos el alma y el vodka.


Iglesia de San Teodoro
Muy cerca de ahí podrán visitar la Catedral de San Teodoro, que fue la iglesia de la familia del Zar Nicolás II, el último de los Zares. Un hombre de un carácter tranquilo del cual se dice prefería mucho más vivir aquí, en la tranquilidad de las afueras de San Petersburgo, que en la grandiosidad y locura del Palacio de Invierno. En sus jardines se encuentra un pequeño memorial en su recuerdo. Emociona, quizás porque era el único zar del que yo conocía su historia, quizás por el brutal y triste final de su familia o quizás por el drama que fue la enfermedad de su único hijo hombre, el pequeño Alexei.

Sopa y cerveza rusa
Llega la hora de almorzar y como siempre mi recomendación es probar la comida local. Los rusos son grandes fanáticos de la sopa, básicamente para combatir el frío. Lo habitual es que le agreguen una buena cucharada de crema para darle mas calorías y así cumplir con el objetivo de proveer calor al cuerpo. La que yo probé era un caldo delicioso con verduras, algo de cerdo, aceitunas y por supuesto la cucharada de crema. Nuestra guía nos contaba que no es raro que durante el invierno solo se alimenten de sopa, contundente, pero sopa al fin y al cabo. Respecto de la cerveza, mis prejuicios me hacían temer un sabor fome o desabrido y la sorpresa fue grande, sabrosa y con bastante cuerpo la cerveza rusa entra en mi larga lista de preferidas. El descanso sirve para que la guía nos ponga al corriente de la actualidad de Rusia. Nos cuenta que el día anterior hubo un intento de manifestación por el sistema de pensiones y que a pesar de que no hubo ningún disturbio, ninguna piedra, ningún destrozo, hubo 400 detenidos. Muy interesante compartir visiones de sociedad con alguien que vive una realidad tan distinta a la de uno.

Peterhof

Peterhof
A esta altura del día uno cree que ya nada te puede impresionar y entonces llegas a Peterhof y quedas sin aliento. Otro sueño de Pedro el grande se muestra glorioso y majestuoso. El lugar es un gran parque con un enorme conjunto de palacios, cientos de fuentes y la residencia privada de Pedro el Grande que no es mucho más que una sencilla cabaña, sin lujos pero con una majestuosa vista al golfo de Finlandia. Pedro se obsesionó con la idea de las fuentes y junto con un grupo de ingenieros ideó un sistema para hacerlas funcionar sin motor, solo con la fuerza de gravedad. Es agua de manantiales que fluye con impresionante ritmo y belleza. Pedro no solo era inteligente, trabajador y creativo, también era bastante juguetón y eso se nota en varias de las fuentes, en donde entre el juego y la broma lograba siempre sorprender a sus invitados. La grandiosidad del diseño de todo el lugar le otorgó no solo el sobrenombre de la Versailles rusa sino que además es considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. A pesar que uno invierte bastante tiempo recorriendo el lugar, cuesta dejarlo, porque con las diferentes luces del día toma un carácter distinto, siempre impactante y sobrecogedor.
Estatua de Lenin
Ya camino de vuelta le damos un vistazo a la Rusia moderna, la del mundial de futbol, con su enorme y moderno estadio e impresionante carretera elevada; pero lo que más impresiona es como todo esto convive con lo antiguo. Los rusos no se olvidan de su pasado y de como cada gota de la historia es importante para conformar el espíritu soviético profundo que los atraviesa. Por eso no sorprende que siga existiendo la poco agraciada arquitectura de la época bolchevique y que aun existan estatuas a Lenin. La guía nos explica con mucha normalidad que al ser parte de su historia explica quienes son y por lo tanto no se puede ni debe borrar.
Hace algunos días y por cuestión de azar me tope con la palabra "inefable". Nunca la había oido y al buscar su significado pensé inmediatamente en San Petersburgo. Le queda como anillo al dedo, es una ciudad que por su belleza, carácter, valor histórico y emplazamiento simplemente no tiene palabras para describirla con justicia. Sin duda otro viaje inolvidable.


¡Cross check y reportar!




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